Quizás alguna vez has escuchado que el vino es rico en polifenoles. ¿Pero qué son los polifenoles?
Los polifenoles son unas moléculas presentes en el vino y que aportan beneficios a la salud de las personas.
Tienen cualidades antioxidantes y nos ayudan, entre otros, a protegernos de enfermedades cardiovasculares.
Estudios apuntan que el resveratol, un tipo de polifenol, puede ser beneficioso contra numerosos tipos de cáncer y un freno del alzheimer.
Los polifenoles se encuentran en grandes cantidades en la piel, las semillas y la rapa de la uva. En el caso del vino tinto estos se ven multiplicados gracias a su propio proceso de fermentación.
¿Qué son exactamente y cómo se clasifican?
Los fenoles naturales y polifenoles son un amplio grupo de cientos de compuestos químicos que afectan sobre todo al sabor, el color y la textura en boca del vino.
Los llamados «flavonoides» incluyen las antocianinas y los taninos, que contribuyen al color y la textura en boca del vino.
Los flavonoides pueden ser beneficiosos para prevenir algunas enfermedades cardiovasculares.
Estudios científicos han descubierto que el resveratrol y la quercetina (los dos tipos de polifenoles flavonoides más estudiados) tienen propiedades vasodilatadoras y antiinflamatorias.
¿Pero … de donde provienen los polifenoles?
Encontramos polifenoles en todo el grano de uva, mayoritariamente en su piel y las semillas.
En la elaboración de los vinos tintos, las pieles maceran en contacto con el mosto durante días y esto hace que la concentración de los polifenoles en los vinos tintos sea más alta.
Una buena exposición solar de la vid contribuye notablemente a la concentración de polifenoles en los granos de uva.
Por otra parte en terrenos pobres y minerales como los que encontramos en zonas vinícolas del Montsant o el Priorat, donde la viña debe esforzarse mucho para sacar adelante el fruto, se consigue que la concentración de polifenoles de la uva llegue a sus cotas más altas.
El envejecimiento en barricas también puede añadir compuestos fenólicos en el vino como la vainillina, que explica el sutil aroma a vainilla que puede aparecer de trasfondo a las notas de cata de algunos vinos.
El vino, una bebida sana a lo largo de la historia
Desde tiempos ancestrales el vino había sido utilizado como una medicina.
Sin ir más lejos, Hipócrates, médico de la antigua Grecia y uno de los grandes defensores del alimento como medicina, ya expresaba «que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento». Encontramos a sus escritos numerosas menciones al vino y a sus propiedades digestivas y tonificantes. También desde siempre se ha asociado el vino como una sustancia «activadora del hambre».
No fue hasta el siglo XIX cuando, gracias a los avances de la ciencia, se descubrió que el vino contenía nutrientes como proteínas, azúcares, minerales y vitaminas.
En el siglo XX el consumo de vino moderado fue recomendado por los médicos (una copa de vino al día), por el descubrimiento de su poder vasodilatador y su influencia en ciertas enfermedades cardiovasculares.
Resulta interesante la llamada paradoja francesa. Esta paradoja muestra como los franceses, a pesar de tener una dieta rica en grasas saturadas (mantequilla, foie, quesos) tienen un bajo nivel de enfermedades cardiovasculares. En parte, esto se explica gracias a su consumo de vino y los polifenoles que contiene.
En la actualidad, por todos es conocido el beneficio que supone la ingesta moderada de vino para nuestra salud. Parte de la culpa la tienen nuestros aliados: los polifenoles.
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